09 agosto, 2023

OMNIBVS DEBITOR SVM

Héctor de Mauleón escribió (Periódico am, 09/08/2023):
Aquellos libros de texto
[...]
C
uando Torres Bodet entregó el primer libro de texto gratuito ... de cada mil alumnos solo 134 llegaban a sexto año (solo uno llegaba a la universidad) y los padres de familia eran responsables de comprar los libros que los maestros solicitaban. Estos libros eran producidos sobre todo por autores y editoriales españolas.
     El presidente Adolfo López Mateos, que impulsó la construcción de escuelas y bibliotecas, le encargó a Torres Bodet un proyecto mayor: la creación y entrega permanente de libros únicos, con contenidos indispensables, sufragados por el Estado mexicano, y elaborados por los mejores escritores, intelectuales, académicos y pedagogos.
     Torres Bodet se rodeó de un grupo de gigantes, cuyas cartas credenciales se fincaban, no en relaciones de amistad o lealtad, sino en su propia trayectoria, en su propia obra: Martín Luis Guzmán, Agustín Yáñez, José Gorostiza, Arturo Arnáiz y Freg, entre otros. Se seleccionó a probados pedagogos, y a los profesores de primaria y secundaria mejor calificados, para elaborar los contenidos. Se contrató incluso a los mejores autores de los libros de texto que se hallaban en circulación (luego de un duro litigio con las editoriales privadas).
     La idea era que los alumnos mexicanos dejaran de ser víctimas de la vida, para tener una más amplia y mejor.
     En 1960, 17 millones de libros fueron distribuidos en burros, en trenes, en autobuses, en aviones, en helicópteros.
     En los libros de tercero y cuarto, a los alumnos de mi tiempo nos contaron la historia de Gutenberg, la invención del microscopio y del día de 1876 en que, en el gobierno de Porfirio Díaz, se comenzó a enviar la voz del hombre por un cable y apareció el teléfono.
     En esos libros había poemas de Amado Nervo: "escucha cuanto quieran decirte, y tu sonrisa / sea elogio, respuesta, objeción, comentario / advertencia y misterio".
     Había poemas de María Enriqueta, de Gabriela Mistral, de Leopoldo Lugones, de Juan Ramón Jiménez, de Porfirio Barba Jacob, de Juan de Dios Peza y de Juana de Ibarborou.
     Ahí estaba contada la llegada de la primera vacunación antirrábica, la llegada a Nueva España del franciscano fray Martín de Valencia, la noche en que ocurrió el terremoto de 1957 que tumbó el Ángel y varios edificios ("un minuto más de temblor y de esta casa solo quedarían escombros"), el nacimiento del volcán Paricutín en 1943 y el horror que había causado la inundación de Tuxtepec.
     Había relatos de Heriberto Frías y de Guillermo Prieto. Estaba la crónica de la batalla de Puebla, el día en que Lorencez anunció que, a la cabeza de cinco mil hombres "me considero dueño de México", y sin embargo fue aplastado por los hombres del general Zaragoza. Había relatos de la vida en el campo y en las fábricas, y también la historia de tres bellas mariposas cuyas alas iban a romperse bajo la lluvia, y que sin embargo no quisieron separarse y decidieron solidariamente estar juntas hasta el fin.
     El propósito de Torres Bodet y Martín Luis Guzmán era dar a los alumnos, a través del arte y el conocimiento, "un pedazo de infinito", además de prepararlos para la vida práctica, de orientarlos hacia las virtudes cívicas y la solidaridad, "e inculcarles el amor a la Patria".
     Había mucho de eso en esos libros: nociones de amor y de solidaridad.
     44 años más tarde, cuando iba a entregarse el libro de texto gratuito número 4 mil millones, localizaron a la niña que en 1960 recibió los primeros dos ejemplares. María Isabel no había logrado terminar la primaria. No recordaba siquiera cómo había sido aquella entrega.
     Yo fui más afortunado. Ignoraba que los autores, los pensadores, los intelectuales que años más tarde iban a cruzarse en mi camino como aspirante de escritor y amante de los libros, habían dejado en mi alma, en el salón de clases de una escuela primaria, la semilla que cambió mi infancia, y un día iba a llevarme hasta ellos.
[...]

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