Catón escribió en REFORMA (21/10/2023): Azaroso oficio [...] o me hice hombre del campo por mi esposa, que de sus padres recibió en herencia la antigua casa del Potrero de Ábrego. Con mi señora, y sólo con ella, trataban los campesinos los asuntos del rancho. Me decían: "A usted lo apreciamos mucho, licenciado, lo respetamos mucho, pero usted no lleva la sangre". Aprendí, sin embargo, a amar la tierra y procurar sus frutos. Con propia mano formé huertos que al paso de los años dieron manzanas, ciruelas, duraznos, peras, membrillos, nueces, granadas, higos. Planté miles de pinos piñoneros y árboles de sombra que con su verde pintan el paisaje. Los miro con don Abundio, el viejo cuidador del rancho, y le digo: "—Mire nomás, don Abundio, todos esos árboles. Son como hijos". "No, señor —me corrige el sabio viejo. —Son como hijas. Las hijas no se van". Lejos estoy, muy lejos, de ser agricultor. Me falta la sabiduría que se requiere para serlo, y carezco también del don de la esperanza. Al mismo don Abundio le preguntan: "Y ¿qué saca de aquí Catón?". Responde: "Artículos para el periódico". Es verdad. En el trato con la tierra el espíritu se acendra, y en el sosiego y paz de la casa campesina me visitan pensamientos y nostalgias que no acuden entre el ruido y el tráfago de la ciudad. Es una pena que en muchas regiones del país esa tranquilidad del campo haya desaparecido, y que al cúmulo de dificultades que enfrenta el productor agrícola o ganadero se añada el acoso del crimen organizado, que hostiga a quien trabaja la tierra y lo amenaza de secuestro y muerte. Ahí la tierra ya no es de quien la trabaja: es del que extorsiona a quien la trabaja. Del campo vivimos todos. Cualquier atentado contra los hombres del campo es un atentado contra México...
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