L Tren Maya deberá llamarse ahora "el Adelita". Recordemos la estrofa de esa antigua canción: "Y si Adelita se fuera con otro / la seguiría por tierra y por mar, / si por mar en un buque de guerra, / si por tierra en un tren militar".
Puesto en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional, ese tren se convierte en militar, igual que tantas cosas que debiendo ser civiles se han vuelto militares.
Regalo venenoso es ése. En el mismísimo primer día de su operación, el trenecito mostró fallas que obligarían a ponerlo en cuarentena hasta nuevo aviso a fin de revisarlo en forma exhaustiva y remediar en lo posible los problemas que presenta, tantos que su inauguración formal será quizás hasta finales del sexenio (próximo).
Todo indica que el tal tren será un barril sin fondo al que habrá que estarle echando dinero de continuo, y ese desorbitado gasto correrá por cuenta de la Secretaría que ahora lo recibe como nueva dádiva, pero que es en verdad herencia llena de complicaciones, cuando no de problemas de corrupción por lo útil que resultará ese ferrocarril para transportar mercaderías ilícitas.
Dice un proverbio: "Tanto quiere el diablo a su hijo hasta que le saca un ojo". Tan numerosas y variadas funciones ha entregado López a soldados y marinos, funciones ajenas por completo a su naturaleza y a las tareas que por ley constitucional les corresponden, que en vez de favorecerlos los ha cargado de obligaciones cuyo deficiente cumplimiento les ha acarreado ya las críticas —y la antipatía— del sector civil, que antes aplaudía su desempeño en tareas de seguridad y de ayuda a damnificados en casos de desastres. Mejor habría sido que la milicia y la marinería hubiesen dicho: "Gracias, no", a los ofrecimientos de AMLO.
Al parecer, sin embargo, el imán de los presupuestos que acompañan a esos dones ha probado ser más fuerte que la prudencia, el apego a sus atribuciones y el respeto a la legalidad. En este caso, me temo, a la Sedena se la va a llevar el tren, si me es permitida la alusión elemental.
Pero en fin, eso sucede cuando se manda al diablo a las instituciones. Con ello se manda al diablo también al país...
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